Los trastornos de ansiedad constituyen uno de los problemas de salud mental más frecuentes en España, afectando a millones de personas. Se caracterizan por una preocupación excesiva y persistente que interfiere significativamente en la vida diaria. Los tipos principales incluyen el trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de pánico, fobias específicas y trastorno de ansiedad social.
Los síntomas físicos incluyen palpitaciones, sudoración, temblores, dificultad respiratoria y tensión muscular. A nivel psicológico, se presentan pensamientos catastróficos, irritabilidad, dificultad de concentración y sensación de pérdida de control.
Los medicamentos más utilizados incluyen:
Los ansiolíticos de acción rápida proporcionan alivio inmediato pero pueden generar dependencia, mientras que los de acción prolongada ofrecen estabilidad a largo plazo. Es fundamental el seguimiento médico especializado para ajustar dosis y prevenir efectos adversos.
Los trastornos del estado de ánimo representan una de las principales causas de discapacidad en España. La depresión mayor se caracteriza por episodios de tristeza profunda, pérdida de interés y alteraciones del sueño y apetito durante al menos dos semanas. La distimia presenta síntomas menos intensos pero más duraderos, afectando el funcionamiento cotidiano durante años.
Incluyen episodio depresivo mayor, trastorno depresivo persistente (distimia), trastorno bipolar y trastorno afectivo estacional. Cada uno requiere un enfoque terapéutico específico según su gravedad y características particulares.
Los principales medicamentos comercializados son:
Los ISRS bloquean la recaptación de serotonina, los IRSN actúan sobre serotonina y noradrenalina, mientras que los tricíclicos tienen un espectro más amplio. La efectividad se observa entre 4-6 semanas. Los efectos secundarios comunes incluyen náuseas, somnolencia y disfunción sexual. El seguimiento farmacológico es crucial para optimizar resultados y minimizar riesgos.
El trastorno bipolar se caracteriza por episodios alternantes de manía o hipomanía y depresión que afectan significativamente el funcionamiento diario. Los episodios maníacos incluyen euforia, hiperactividad, disminución de la necesidad de sueño y comportamientos impulsivos, mientras que los episodios depresivos presentan tristeza profunda, fatiga y pérdida de interés.
El trastorno bipolar tipo I se caracteriza por episodios maníacos completos, mientras que el tipo II presenta episodios hipomaníacos menos severos con depresiones más frecuentes. Los estabilizadores del ánimo constituyen la base del tratamiento:
Los antipsicóticos atípicos como quetiapina, aripiprazol y olanzapina son fundamentales para episodios agudos. La adherencia al tratamiento y el control médico regular son esenciales para prevenir recaídas y mantener la estabilidad.
La esquizofrenia es un trastorno mental crónico que afecta aproximadamente al 1% de la población española. Se caracteriza por síntomas positivos (alucinaciones, delirios, pensamiento desorganizado) y síntomas negativos (apatía, alogia, anhedonia, aislamiento social). El diagnóstico requiere la presencia de síntomas durante al menos seis meses con deterioro funcional significativo.
Los antipsicóticos constituyen el tratamiento principal y se clasifican en dos generaciones:
Los antipsicóticos de nueva generación ofrecen ventajas significativas: menor incidencia de efectos extrapiramidales, mejor tolerabilidad y eficacia sobre síntomas negativos. Sin embargo, requieren monitorización de peso, glucemia y perfil lipídico. El manejo adecuado de efectos adversos y la adherencia terapéutica son fundamentales para el éxito del tratamiento a largo plazo.
El TDAH es un trastorno neurobiológico que afecta tanto a niños como adultos, caracterizado por tres síntomas principales: inatención, hiperactividad e impulsividad. El diagnóstico requiere evaluación especializada y seguimiento multidisciplinar. En España, el tratamiento farmacológico incluye estimulantes como el metilfenidato, disponible en diferentes formulaciones (Concerta de liberación prolongada y Rubifen de liberación inmediata), que mejoran la concentración y reducen la hiperactividad.
La población pediátrica requiere consideraciones especiales, incluyendo monitorización del crecimiento, peso y efectos cardiovasculares. El tratamiento debe individualizarse según la edad, severidad de síntomas y respuesta terapéutica del paciente.
Los trastornos del sueño afectan significativamente la calidad de vida y pueden clasificarse en insomnio agudo (menos de tres meses) o crónico (más de tres meses). Los trastornos del ritmo circadiano requieren abordajes específicos según el tipo de alteración. El tratamiento farmacológico debe complementarse siempre con medidas de higiene del sueño para optimizar los resultados terapéuticos.
Es fundamental considerar los riesgos de dependencia, especialmente con benzodiacepinas, promoviendo un uso responsable y limitado en el tiempo. El farmacéutico debe educar sobre la importancia de combinar la medicación con hábitos saludables del sueño.