El Virus de la Hepatitis C (VHC) es un patógeno de transmisión sanguínea que afecta principalmente al hígado, causando inflamación y daño hepático progresivo. Pertenece a la familia Flaviviridae y es un virus ARN monocatenario. Se caracteriza por su alta capacidad de mutación y tendencia a establecer infecciones crónicas. El VHC puede permanecer asintomático durante años mientras causa daño hepático silencioso, progresando hacia cirrosis o hepatocarcinoma si no se trata adecuadamente.
Existen ocho genotipos principales del VHC (1-8) con múltiples subtipos. En España, los genotipos más prevalentes son:
La identificación del genotipo es crucial para determinar la duración y tipo de tratamiento antiviral más efectivo.
En España, se estima que aproximadamente 70.000-80.000 personas viven con hepatitis C crónica. La prevalencia ha disminuido significativamente gracias a los nuevos tratamientos antivirales de acción directa. Los grupos de mayor riesgo incluyen usuarios de drogas intravenosas, receptores de transfusiones antes de 1990 y personas con VIH. La mortalidad relacionada con VHC representa cerca de 3.000 muertes anuales en el país.
La hepatitis A se transmite por vía fecal-oral y raramente se cronifica. La hepatitis B se transmite por sangre y contacto sexual, con vacuna disponible. El VHC se transmite principalmente por sangre, no tiene vacuna preventiva, pero cuenta con tratamientos curativos altamente efectivos con tasas de curación superiores al 95%.
La fase aguda suele ser asintomática en el 80% de los casos. Cuando aparecen síntomas incluyen fatiga, náuseas, dolor abdominal, ictericia y orina oscura. En la fase crónica, muchos pacientes permanecen asintomáticos durante décadas. Los síntomas crónicos pueden incluir fatiga persistente, dolor articular, problemas de concentración y depresión. En estadios avanzados aparecen signos de cirrosis como ascitis, varices esofágicas, encefalopatía hepática y mayor riesgo de sangrado. La progresión varía según factores como edad, alcohol y coinfecciones.
El diagnóstico se realiza mediante análisis sanguíneos específicos. La detección inicial utiliza serología para anticuerpos anti-VHC. Si es positiva, se confirma con PCR cuantitativo para detectar ARN viral y determinar carga viral. Otras pruebas incluyen genotipado viral, función hepática (ALT, AST, bilirrubina), hemograma completo y pruebas de coagulación. También se realizan pruebas de imagen como ecografía hepática y, en casos seleccionados, elastografía para evaluar fibrosis o biopsia hepática.
El diagnóstico precoz es fundamental para prevenir complicaciones graves como cirrosis y hepatocarcinoma. Permite iniciar tratamiento antiviral cuando es más efectivo y reduce la transmisión a otras personas. Los tratamientos actuales logran curación en más del 95% de casos con terapias de 8-12 semanas. El diagnóstico tardío incrementa el riesgo de daño hepático irreversible y mortalidad. Se recomienda cribado en grupos de riesgo y población general nacida entre 1945-1965.
Los tratamientos antivirales de acción directa representan una revolución en el tratamiento del VHC, ofreciendo tasas de curación superiores al 95% con menor duración y efectos secundarios mínimos comparados con terapias previas.
El sofosbuvir es un inhibidor nucleótido de la polimerasa NS5B del VHC, efectivo contra todos los genotipos. Actúa incorporándose al ARN viral durante la replicación, causando la terminación prematura de la cadena. Se administra por vía oral en dosis de 400 mg una vez al día, siempre en combinación con otros antivirales. Su alta barrera genética a la resistencia y perfil de seguridad favorable lo convierten en pilar fundamental de múltiples esquemas terapéuticos aprobados por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios.
Esta combinación de dosis fija está específicamente indicada para el tratamiento del VHC genotipo 1, tanto en pacientes naive como experimentados. Ledipasvir inhibe la proteína NS5A viral, esencial para la replicación. La duración estándar es de 12 semanas, pudiendo reducirse a 8 semanas en pacientes sin cirrosis y carga viral baja. Está contraindicado con inductores potentes del citocromo P450 y requiere ajuste en pacientes con insuficiencia renal severa.
Daclatasvir es un inhibidor altamente selectivo de la proteína NS5A del VHC, activo contra genotipos 1, 3 y 4. Se caracteriza por su potencia antiviral excepcional y rápida supresión de la replicación viral. Requiere ajuste de dosis cuando se coadministra con inhibidores o inductores del CYP3A4. Su flexibilidad posológica permite combinaciones personalizadas según el perfil del paciente y posibles interacciones medicamentosas.
Simeprevir es un inhibidor de la proteasa NS3/4A, indicado principalmente para VHC genotipo 1. Su administración es de 150 mg una vez al día durante 12 semanas, en combinación con sofosbuvir. Presenta limitaciones en pacientes con polimorfismos Q80K del genotipo 1a y está contraindicado en cirrosis descompensada por su metabolismo hepático extenso.
La ribavirina mantiene un papel complementario en esquemas específicos, especialmente en pacientes con cirrosis o tratamientos previos fallidos. Su dosificación se ajusta según peso corporal y función renal. Requiere monitorización hematológica por riesgo de anemia hemolítica.
El genotipo 1 representa el más prevalente en España y cuenta con múltiples opciones terapéuticas efectivas. El esquema preferido es ledipasvir/sofosbuvir durante 12 semanas para la mayoría de pacientes. En casos con cirrosis descompensada o retratamientos complejos, se puede añadir ribavirina y extender a 24 semanas. Alternativamente, la combinación daclatasvir más sofosbuvir ofrece resultados similares con duración de 12 semanas, siendo especialmente útil en pacientes con contraindicaciones o interacciones medicamentosas específicas.
Para el genotipo 2, el esquema estándar es sofosbuvir más ribavirina durante 12 semanas, alcanzando tasas de curación del 94-97%. El genotipo 3 presenta mayor complejidad, requiriendo sofosbuvir más daclatasvir por 12 semanas en pacientes sin cirrosis, extendiéndose a 24 semanas o añadiendo ribavirina en presencia de cirrosis. Los nuevos regímenes pangenotípicos como sofosbuvir/velpatasvir representan alternativas prometedoras para simplificar el tratamiento.
Estos genotipos menos frecuentes en España responden excelentemente a esquemas basados en sofosbuvir. Para genotipo 4, la combinación ledipasvir/sofosbuvir durante 12 semanas muestra eficacia superior al 95%. Los genotipos 5 y 6 se tratan efectivamente con sofosbuvir más daclatasvir por 12 semanas. La disponibilidad de regímenes pangenotípicos simplifica el abordaje terapéutico cuando el genotipo es indeterminado o poco frecuente.
Los tratamientos actuales para la hepatitis C, basados en antivirales de acción directa (AAD), presentan efectos secundarios generalmente leves y bien tolerados. Los más frecuentes incluyen fatiga, dolor de cabeza, náuseas, diarrea e insomnio. Algunos pacientes pueden experimentar mareos, irritabilidad o erupciones cutáneas leves. La mayoría de estos efectos son transitorios y no requieren suspender el tratamiento. Es importante comunicar cualquier síntoma persistente o severo al médico especialista para una evaluación adecuada y ajuste del tratamiento si fuera necesario.
Los medicamentos para la hepatitis C pueden interactuar con diversos fármacos, especialmente aquellos metabolizados por el sistema hepático. Son especialmente relevantes las interacciones con anticoagulantes, anticonvulsivantes, algunos antidepresivos y medicamentos para el VIH. Los inhibidores de la bomba de protones pueden reducir la eficacia del tratamiento. Es fundamental informar al hepatólogo sobre todos los medicamentos, suplementos y productos naturales que se estén tomando, incluyendo medicamentos sin receta, para evitar interacciones potencialmente peligrosas o que comprometan la efectividad del tratamiento antiviral.
Las principales contraindicaciones incluyen hipersensibilidad conocida a los componentes del medicamento y embarazo en algunos casos específicos. Se requiere precaución especial en pacientes con insuficiencia renal o hepática severa, trasplantados y aquellos con coinfección por VIH o hepatitis B. Durante el embarazo y lactancia, es necesaria evaluación individual del riesgo-beneficio. Los pacientes con antecedentes de arritmias cardíacas o que toman medicamentos que prolongan el intervalo QT requieren monitorización cardiovascular especial durante el tratamiento.
Durante el tratamiento es esencial realizar controles analíticos regulares que incluyan función hepática, función renal y hemograma completo. Se monitorizan los niveles de carga viral del VHC a las 4, 12 y 24 semanas para evaluar la respuesta virológica. En casos especiales, puede requerirse electrocardiograma para control cardíaco. La frecuencia de controles se personaliza según el perfil del paciente y la presencia de comorbilidades.
La prevención del contagio del virus de la hepatitis C se basa en evitar el contacto con sangre infectada. Las principales medidas incluyen:
Es fundamental la educación sanitaria para grupos de riesgo y la implementación de programas de reducción de daños.
Tras completar el tratamiento, es necesario realizar seguimiento para confirmar la respuesta virológica sostenida (RVS) mediante análisis de carga viral a las 12 y 24 semanas post-tratamiento. Se debe continuar el control de la función hepática y evaluación del grado de fibrosis. Los pacientes con cirrosis requieren seguimiento oncológico periódico mediante ecografía y alfafetoproteína cada 6 meses. El seguimiento a largo plazo incluye prevención de reinfección y mantenimiento de hábitos saludables para la salud hepática.
Los pacientes con hepatitis C deben recibir vacunación contra hepatitis A y B para prevenir coinfecciones que pueden agravar el daño hepático. La vacuna contra hepatitis A se administra en dos dosis separadas por 6-12 meses. La vacuna contra hepatitis B requiere tres dosis en esquema 0-1-6 meses. En pacientes inmunodeprimidos puede ser necesario un esquema reforzado. Se recomienda verificar la inmunidad mediante serología post-vacunal y administrar dosis de refuerzo si es necesario.
Para mantener la salud hepática es fundamental eliminar completamente el consumo de alcohol, mantener una dieta equilibrada, realizar ejercicio regular y controlar el peso corporal. Se debe evitar la automedicación y consultar siempre antes de tomar nuevos medicamentos o suplementos nutricionales que puedan afectar la función hepática.